El pecado del silencio
Provocar la paz a veces demanda tener una actitud de guerra.
Los cristianos no podemos darnos el lujo de seguir en silencio por temor a ofender, a confrontar.
Los cristianos tenemos que provocar alboroto, diciendo las cosas de Dios con el espíritu correcto, en el momento correcto y bajo la unción correcta, aunque se rasguen las vestiduras los religiosos, los inconversos o los ateos.
Si no actuamos hoy, algún día tendremos que arrepentirnos no sólo por nuestros errores obvios, sino por aquello que no dijimos, por aquello que no confrontamos y por las veces que guardamos silencio perdiendo oportunidades para salvar almas perdidas.