Creer es el principio de toda bendición. Para ser grande y alcanzar tus sueños debes tener la confianza de la semilla más pequeña y humilde.
Todos tenemos sueños que deseamos alcanzar. Lograrlo depende ser libres de toda atadura de pecado, aprender, adquirir conocimientos y no dejarnos dominar por nuestras emociones ni por el afán de riquezas. Estas condiciones son importantes, pero lo primero y fundamental es la fe.
Todo viene de Dios
En el 1er. libro de Crónicas 29:14 el rey David dice: Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos.
Cuanto tenemos lo hemos recibido de las manos del Señor. No hay nada que Dios nos pida que no nos haya dado. En otras palabras, podemos decir que del mismo cuero salen las correas. Imagina al rey David, poderoso, general de los ejércitos, hombre rico, y adorador del Señor, sin embargo nunca dejó de reconocer que cuanto tenía era regalo de Dios. Su posición nunca le quitó la humildad. Hay quienes con poquito se corrompen. La inteligencia y humildad de una persona se mide por su actitud frente al éxito. Si tiene poco entendimiento, un pequeño logro lo hará arrogante, pero si su entendimiento es grande, no habrá éxito o logro que lo envanezca.
Cuando alcances tus sueños y seas bendecido en abundancia recuerda ser como David y reconoce que lo que tienes lo has recibido de las manos de Dios. Jesús dijo lo mismo: Señor, ahora todos saben que lo que tengo de tus manos ha venido. Empieza desde hoy. Ve a tu casa y agradece por lo que tienes, desde tus muebles hasta tu suegra.
Es importante tener retos en la vida y luchar por ellos. Si te esfuerzas por ser el mejor en lo que haces, recuerda que tu potencial y capacidad vienen de Dios. Nada de lo que hay dentro del ser humano y de lo que le rodea es obra de sus manos, todo tiene su origen en el Señor y las habilidades con las que dotó a sus criaturas. Aunque el hombre quisiera imitar a Dios en su capacidad de crear vida y formara un Frankenstein, tendría que reconocer que está tomando elementos de la creación divina. De la misma forma, quien se gloríe de alcanzar un título universitario debe reconocer que la mente y entendimiento para obtenerlo viene de Dios. Dile una y otra vez a tu Padre: todo lo que tengo de tu mano lo he recibido.
En 1ra. Juan 4: 9-10 leemos: En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.
Incluso el amor que debemos profesarle, viene de Él. Si podemos ofrendarle sacrificio y entrega, es porque Él lo hizo primero y nos enseñó la forma correcta de hacerlo. La medida de lo que recibes es lo que das. Si quieres recibir poco, ofrece poco. Pero el Señor lo dio todo, no se reservó ni a su único hijo, así que merece también todo de nosotros.
Fe en el Señor
En Marcos 11:22 leemos: Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios.
Jesús sabía que todos creían, pero les pedía que esa fe fuera puesta en el Señor. Cree en Dios. Tu problema no es falta de fe sino el mal uso que le das a la que ya tienes. Jesús no les reclamó falta de fe, sino que les pidió que creyeran en el Padre.
Marcos 9:22-24 Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos. Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.
En este pasaje un hombre habla del demonio que su hijo tenía dentro y ruega a Jesús que lo libere. Entonces el Señor le pidió que creyera por su milagro y el hombre reconoció que necesitaba ayuda para tener fe. El Señor puede hacer tanto como nosotros creamos. Su obra depende de nuestra fe. Los milagros ocurren y los sueños se alcanzan cuando nuestra fe les abre las puertas. Si tienes confianza en que Dios obrará, te relajas y dejas que tome el control de tu vida. Cuando alguien me pide consejo siempre digo: “Al que cree todo le es posible. Sucederá lo que creas que puede suceder. Dios puede sacarte de la tribulación si tú puedes creer que lo hará”. Él no te pide condiciones, solamente pide que creas.
Los cristianos dicen tener fe en Dios, pero muchas veces no son sinceros. Si tuvieran la fe que proclaman, tendrían una vida más gloriosa, pero deben ser humildes para pedir ayuda y luchar contra su incredulidad. Muchas veces se cambia la sinceridad por la imagen. No son movidos por lo que anhelan conseguir en Cristo, sino por lo que los hermanos dirán en la célula, en el trabajo o en su familia. Entonces viven frustrados. No asumas poses de fe en la iglesia. Si te cuesta creer, pídele al Señor que refuerce tu fe. Eso es tener una actitud sincera.
La palabra “sincera” viene del latín sincerum y significa “puro o sin mezcla”. Los romanos eran grandes escultores, pero cuando cometían un error con el cincel, arreglaban el defecto de la escultura moldeando los detalles con cera. Entonces, si alguien compraba una obra defectuosa, no lo notaba hasta cuando la cera se derretía con el sol. Otros utilizaban la cera para darle un color dorado y brillante a estatuas de menor calidad para que parecieran fabricadas con oro. Así que los clientes siempre pedían una escultura “sincera”. Ser sincero es mostrarte tal como eres y no como las personas pretenden que seas. La base fundamental de la fe es la honestidad e integridad delante de Dios. Nota que sólo después de sincerarse, el hombre del pasaje bíblico obtuvo el milagro de sanidad que buscaba. Dios se revela en la sinceridad.
Fe en ti mismo
En Romanos 12:3 leemos: Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.
Dios no pide nada que no haya proveído. Él te ha dado incluso la fe que necesitas para creer en sus Promesas, pero no la utilizas como debes. Crees en muchas cosas menos en Él. Incluso a veces la usas para argumentar en contra de su Palabra. Utiliza tu fe para atacar lo malo que te sucede y a favor de lo que Dios promete. No al contrario. El Señor te dio una medida de fe para que la uses en ti mismo. Logras lo que te propone si crees en lo que Dios te ha dado. Todo comienza con ese acto de fe que debe sustentar tu vida. Tus sueños se cumplirán cuando actúes como un hijo que confía.
El grano de mostaza
Mateo 17:20-21 nos comparte: Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará;y nada os será imposible. Pero este género no sale sino con oración y ayuno.
En la versión original no dice “poca” fe, dice “incredulidad”. Jesús nos da la clave para aumentar y reforzar nuestra fe: oración y ayuno. Cuando deseamos sanar a alguien, no debemos orar y ayunar por el enfermo, sino por nosotros para que crezca la fe y ser usados como instrumentos de la obra del Señor. El género de incredulidad no sale sino buscando a Dios con todo el corazón. Las cosas buenas suceden cuando erradicas tu incredulidad. Este pasaje de la Biblia pide que tengamos una fe como la del grano de mostaza, no de su tamaño minúsculo, sino de su temple y carácter, capaz de promover grandes cosas.
Mateo 13: 31-32 también nos ejemplifica: Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.
Es importante que entiendas que estamos hablando del Reino de los Cielos, donde pueden alcanzarse todos los sueños. Nadie con sus ojos puestos en el reino de la tierra alcanza grandes logros, sólo con la vista en las maravillas del Señor se logran los milagros.
También es vital comprender que, como pequeñas semillas de mostaza, tenemos un gran potencial para crecer y dar frutos. Convéncete, si tienes fe y trabajas con tus ojos puestos en el Reino de los Cielos, llegarás a ser grande, aunque algunos te vean pequeño.
Jamás se menosprecian los inicios. La más pequeña de las semillas estaba convencida de su gran capacidad de crecimiento. Imagina a la semilla de mostaza junto a una de naranja, durazno o aguacate. No dejaría que la humillaran. Seguramente les diría: ahora soy pequeña, pero ya verán lo grande que llegaré a ser cuando me siembren, abonen y rieguen. No lo olvides, la Palabra te hará grande.
Nota que la Biblia dice que “se hace árbol”, no que “la hacen árbol”. Ella va más allá de su naturaleza y aunque está destinada a ser hortaliza, su fe la lleva a cambiar de especie y convertirse en árbol. No importa si es un árbol pequeño, lo importante es que trascendió sus propias fronteras y no se conformó con ser una hortaliza grande.
Además, viene la mejor parte, en sus ramas resistentes y frondosas anidan las aves del cielo. Las bendiciones del Señor anidan en las personas que luchan por sus sueños y crecen como la semilla de mostaza. Dios siempre hará algo más si usas tu fe para creerle y alcanzar tus metas. Confía en el Creador y en ti que eres su criatura. Eres su obra y te hizo maravilloso. Ten la humildad de imitar a la semilla de mostaza y al rey David. Lucha por llegar a ser más de lo que piensas y cuando lo logres dile al Señor “todo lo que tengo es tuyo, te amo porque me amaste y ofrendaré de lo que me diste”.
Tienes un gran potencial. Da gracias y bendice Su nombre, amor, fidelidad y misericordia. Recíbelo en tu corazón para que te ayude a realizar tus sueños.