El Reconocimiento

sergio enriquez

Al nombre con que hemos titulado esta enseñanza, tiene muchos significados o acepciones, pero lo que necesitamos dar a entender, es el reconocimiento que busca nuestra alma, quizá desde que somos niños, esperamos el reconocimiento de algo que estamos haciendo porque lo hemos considerado como algo fuera de lo común. El problema es cuando no hemos tenido una buena ministración en nuestra niñez porque no nos han reconocido adecuadamente; de pronto nuestra alma protesta y empieza a exigir ese tipo de reconocimiento cuando somos adultos.

A veces nos encontramos con personas que han sido conocidas por nosotros y por cualquier razón las hemos dejado de ver, y cuando los vemos, lógicamente los llamamos por su nombre; pero en ese momento desconocemos que esas personas han alcanzado un grado académico y más aún, desconocemos de la mala ministración a su alma; de tal manera que después de nosotros llamarlos por su nombre, ellos buscan corregirnos diciéndonos que nos refiramos a ellos, primeramente por el título académico que han adquirido porque eso los ha llevado a la cumbre en su profesión y les llena su alma que los llamen por doctores, licenciados, etc. En otros casos lo que sucede es que han estudiado solamente para que les tengan por alta estima o admiración lo que han logrado en sus estudios, aunque no estén ejerciendo la profesión que estudiaron, porque quizá sean arquitectos o ingenieros y estén trabajando en un taller de mecánica, porque al final eso es en lo que les gusta trabajar.

Cuando no logramos controlar esta situación, podemos tener muchos problemas, porque siempre buscaremos el reconocimiento de algo que nos corresponde; como el caso de un pastor conforme el corazón de Dios, y que por consiguiente ha podido desempeñar su trabajo en la obra de Dios adecuadamente, pero resulta que de pronto busca que se le reconozca bajo otro ministerio, sin importarle si es la voluntad de Dios, sin importarle que ha sido llamado a ser pastor y no Evangelista o Apóstol, pero en algún momento Dios les permite que puedan experimentar ese reconocimiento, para que de igual forma, puedan notar que no es ese su reconocimiento o su llamado.

En algunos casos, cuando fuimos niños, esperamos que nuestros padres reconocieran los logros académicos que alcanzamos, lamentablemente lo que encontramos fue una respuesta fuerte diciéndonos que no era menos lo que esperaban de nosotros, porque era nuestra obligación estudiar.

Es por eso que en determinado momento podemos ver cómo es que algunas personas están fallando en ese círculo vicioso en el que solamente ellos quieren ser el centro de atracción de todo, quieren que se les reconozca cualquier situación o trabajo que hacen, tanto en lo secular como dentro de la obra de Dios. Lo lamentable es cuando nosotros mismos caemos en ese error y no podemos notar que estamos buscando un reconocimiento que debe nacer en que nosotros reconozcamos primero para que después se convierte en un círculo virtuoso en el que nos reconocen, porque nosotros hemos reconocidos primero y eso nos lleva a otra estatura de reconocimiento. Pero para hacernos más gráfica la enseñanza, a continuación estudiaremos algunos versículos que nos ejemplificaran esta enseñanza:

— ¡He pecado! — Respondió Saúl — Pero te pido que por ahora me sigas reconociendo ante los ancianos de mi pueblo y ante todo Israel. Regresa conmigo para adorar al Señor tu Dios. (1 Samuel 15:30 BAD)

El sinónimo de honra es respetar a alguien. Es normal que a todos nos agrade el hecho de ser respetados por todos los que nos rodean; el problema es la motivación por la que se está buscando ese respecto, porque en algún momento podría ser un respecto por miedo.

Dijo entonces Samuel a Saúl: Espera, déjame declararte lo que el SEÑOR me dijo anoche. Y él le dijo: Habla. Y Samuel dijo: ¿No es verdad que aunque eras pequeño a tus propios ojos, fuiste nombrado jefe de las tribus de Israel y el SEÑOR te ungió rey sobre Israel? Y el SEÑOR te envió en una misión, y dijo: «Ve, y destruye por completo a los pecadores, los amalecitas, y lucha contra ellos hasta que sean exterminados.» ¿Por qué, pues, no obedeciste la voz del SEÑOR, sino que te lanzaste sobre el botín e hiciste lo malo ante los ojos del SEÑOR? (1 Samuel 15:16-19 LBLA)

El profeta Samuel había reconocido a Saúl, con propósito, una misión de parte de Dios.

Entonces Saúl dijo a Samuel: Yo obedecí la voz del SEÑOR, y fui en la misión a la cual el SEÑOR me envió, y he traído a Agag, rey de Amalec, y he destruido por completo a los amalecitas. Mas el pueblo tomó del botín ovejas y bueyes, lo mejor de las cosas dedicadas al anatema, para ofrecer sacrificio al SEÑOR tu Dios en Gilgal. (1 Samuel 15:20-21 LBLA)

Notemos que Saúl no reconoce su error, sino que se obstina y responde que había hecho lo que se le había pedido, y lo que había salido mal, no era culpa de él, es más, responde diciendo que había cumplido con la orden del Dios del profeta Samuel, pero si el pueblo se había desviado eso era responsabilidad de cada uno.

Y Samuel dijo: ¿Se complace el SEÑOR tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la voz del SEÑOR? He aquí, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros. Porque la rebelión es como pecado de adivinación, y la desobediencia, como iniquidad e idolatría. Por cuanto has desechado la palabra del SEÑOR, El también te ha desechado para que no seas rey. (1 Samuel 15:22-23 LBLA)

Nosotros hemos sido reconocidos para reconocer. En el caso de Saúl; cayó en pecado de rebelión porque no quiso reconocer lo que le habían pedido que hiciera. Si nosotros no reconocemos las órdenes directas de Dios, llegará el momento en el que nos enfrentaremos a que nos desconozcan. Otro punto es que Dios estaba desechando a Saúl por cuanto él había desechado las palabras de Dios.

Entonces Saúl dijo a Samuel: He pecado; en verdad he quebrantado el mandamiento del SEÑOR y tus palabras, porque temí al pueblo y escuché su voz. Ahora pues, te ruego que perdones mi pecado y vuelvas conmigo para que adore al SEÑOR. Pero Samuel respondió a Saúl: No volveré contigo; porque has desechado la palabra del SEÑOR, y el SEÑOR te ha desechado para que no seas rey sobre Israel. Cuando Samuel se volvía para irse, Saúl asió el borde de su manto, y éste se rasgó. Entonces Samuel le dijo: Hoy el SEÑOR ha arrancado de ti el reino de Israel, y lo ha dado a un prójimo tuyo que es mejor que tú. (1 Samuel 15:24-28 LBLA)

Saúl estaba buscando ocultar su situación, para que el profeta Samuel volviera con él, pero el profetal no accedió porque conocía el corazón de Saúl.

También la Gloria de Israel no mentirá ni cambiará su propósito, porque El no es hombre para que cambie de propósito. Y Saúl dijo: He pecado, pero te ruego que me honres ahora delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel y que regreses conmigo para que yo adore al SEÑOR tu Dios. (1 Samuel 15:29-30 LBLA)

Al final Saúl le estaba dando la razón a Samuel, pero solamente para que lo siguiera reconociera como el rey que Dios había sentado en Israel; pero no reconoce a Dios como su Dios.

Interesantemente podemos ver que el Apóstol Pablo tiene un nombre que su origen es hebreo, como Saúl, después Saulo en Arameo, hasta llegar a Pablo como griego; lo cual lo traslada en la siguiente cita:

Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo, y ser hallado en El, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe, y conocerle a El, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser como El en su muerte, a fin de llegar a la resurrección de entre los muertos. (Filipenses 3:8-11 LBLA)

El Apóstol Pablo tenía una larga trayectoria desde su niñez, habiendo sido instruido hasta llegar a ser fariseo de fariseos; pero al final todo lo estaba desechando por amor a Dios y no quería ser encontrado en su propia justicia, no justificándose por él mismo, sino la justicia que procede de Dios por la fe.

Si alguno piensa que es profeta o espiritual, reconozca que lo que os escribo es mandamiento del Señor. Pero si alguno no reconoce esto, él no es reconocido. (1 Corintios 14:37-38 LBLA)

Notemos que todo esto es un círculo virtuoso, en el cual podemos participar si empezamos por reconocer a Dios, para que en su momento El, nos reconozca.

¿QUÉ SE RECONOCE Y CÓMO SOMOS RECONOCIDO?

Uno de los ejemplos que podemos tomar es cuando alguien no es reconocido por su padre biológico; lo cual hace que se sienta como un bastardo y que llegue amargar su alma; pero hoy es la oportunidad que Dios nos presenta para que El nos reconozca si nosotros lo reconocemos.

‘Así el vencedor será vestido de vestiduras blancas y no borraré su nombre del libro de la vida, y reconoceré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. (Apocalipsis 3:5 LBLA)

A veces nos encontramos en situaciones en lo secular en que nuestro nombre no ha sido nombrado cuando se lee la lista de un grupo de personas que han sobresalido en algo; por error o porque sencillamente no estamos en la lista que están llamando, y eso podría hacernos sentir incómodos; pero cuando estemos delante de Dios y empiecen a llamar a los que reconocimos al Señor Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, llegará el momento en el que seremos reconocidos por El, porque en Dios no hay error, si estamos en el libro de la vida, seremos nombrados.

Podría ser que nuestro padre biológico no nos haya reconocido, y que al llegar a la mayoría de edad y nos presentamos con alguien, nos preguntan el por qué solamente tenemos un apellido y eso nos haga sentir humillados quizá, pero debemos recordar lo que la Biblia nos enseña:

Porque aunque mi padre y mi madre me hayan abandonado, el SEÑOR me recogerá. (Salmos 27:10 LBLA)

Eso debería quitarnos cualquier trastorno psicológico de la niñez, porque Dios nos ha reconocido, pero primero lo tenemos que reconocer nosotros a El. El deseo de Dios es que sepamos que no somos carga para El y está dispuesto a terminar la obra que iniciará en cada uno de nosotros.

En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no practica la justicia, no es de Dios; tampoco aquel que no ama a su hermano. (1 Juan 3:10 LBLA)

Notemos que en la cita anterior interviene el amor, porque si no amamos a nuestro hermano, no lo estamos reconociendo. En el momento en el que nosotros reconozcamos, nosotros seremos reconocidos y estaremos en el círculo virtuoso de Dios.

Esto es lo que recuerda la Escritura: Abrahán creyó en Dios, y por eso fue reconocido justo, y fue llamado amigo de Dios. (Santiago 2:23 BLA)

El Apóstol Pablo decía que no quería ser hallado en su propia justicia, como lo describimos en una de las citas anteriores; él quería ser hallado en la justicia de Dios; de tal manera que si creemos en Dios, estamos reconociéndolo y El nos reconoce como justos y eso nos llevará a la estatura de ser reconocidos como amigos de Dios; notemos el círculo virtuoso de Dios; pero para estar en ese círculo, necesitamos reconocerlo. Un detalle muy importante es que si somos amigos de Dios, El nos hablará sobre lo que hará, como lo hizo con Abraham antes de destruir Sodoma.

Es una bendición que podamos tener amigos de verdad; sin embargo, tener de amigo a Dios, debe ser una extraordinaria bendición, lo cual también debemos anhelarlo en nuestro corazón.

…y cuando quiso que su padre le reconociera esos derechos, él no se los reconoció. Esaú lloró mucho, pero ya no había nada que hacer. (Hebreos 12:17 BLS)

«Todos ellos son reconocidos por su fe, pero ninguno de ellos recibió la promesa de Dios.» (Hebreos 11:39 PDT)

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